Miro a mi alrededor, veo personas sin sueños, sin esperanzas, estancadas en situaciones que no les hacen felices,
que les agota, personas que se han rendido, que se reconocen en lo que
son, pero no en lo pueden llegar a ser porque ni siquiera han pensado
en esa posibilidad o la han proyectado en otros.
Son personas sin entusiasmo, sin proyectos, sin la valentía para reconocer que aun tienen poder para definir su futuro.
Se definen por sus estudios, por su trabajo, su estado civil o su
condición personal pero no por sus talentos ni valores. Hablan de lo que
consiguieron pero no de los proyectos que tienen en marcha. Han
abandonado todo lo que un día los hizo soñar por una vida convencional
en la que en cada momento se hace lo que toca.
¿Ahora qué?
Nos que queda un camino por andar, El momento actual es el que es, no podemos deshacernos de él. La
situación en la que nos encontramos es el resultado de nuestras
decisiones y experiencias; en definitiva, de diferentes coyunturas. Tal vez no es lo que esperábamos, lo que creíamos que nos merecíamos o lo que pensábamos que debería ser, pero ahí estamos.
¡De todas maneras!
El presente puede ser nuestro mejor amigo o el más afilado de nuestros enemigos,
las cadenas que nos atrapan o el trampolín que nos impulsa a saltar
hacia delante para conseguir nuestros sueños. Todo depende de cómo lo
veamos. Porque aunque no podamos prever el futuro ni predecir los
obstáculos a los que vamos a enfrentar o las personas que nos vamos a
encontrar, sí podemos decidir sobre la actitud que queremos adoptar
frente a lo que venga.
Conocernos, saber cómo somos ahora, elegir cómo queremos nuestra vida para enfocar nuestro camino es posible e importante.
De lo contrario, tan solo seremos un títere de las
circunstancias. La cuestión está en abrazar nuestro carácter, aceptar
nuestros defectos, admitir nuestras limitaciones y creer que podemos
continuar. De este modo, haremos un hueco al crecimiento personal, nos
libraremos de esa sensación de estancamiento que muchas veces nos
abruma.
Por esta razón
Somos mucho más que nuestros defectos, limitaciones y errores.
No obstante, ellos no son los que nos impiden que podamos hacer algo,
tampoco nos definen. Más bien son un punto de partida, desde ahí hay que dar
ese giro inesperado, para replantearnos cómo superar la situación o
crecer gracias al reto que nos plantea.